miércoles, 8 de febrero de 2012

LA IRA

Nada quiero que me quedé de ese sentimiento,
De esa esperanza que se vuelve dolor, que rebota en mi adentro,
Que torna negro el día,
Que borra una a una las estrellas de mi horizonte, condenándome a la oscuridad fría, eterna y silenciosa,
Nada quiero que me quede de ese sentimiento que de un solo arrebato transformas en mi agonía;
Y gritas, y no escucho pero entiendo; Y no creo, pero sufro.
Como la sombra de mí pensamiento estas tú, irremediablemente junto a mí,
Como la arena y el mar, mezclándose eternamente;
Tan distintos en esencia, pero inconcebibles el uno sin el otro.

DRF

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