Nada quiero que me quedé de ese sentimiento,
De esa esperanza que se vuelve dolor, que rebota en mi adentro,
Que torna negro el día,
Que borra una a una las estrellas de mi horizonte, condenándome a la oscuridad fría, eterna y silenciosa,
Nada quiero que me quede de ese sentimiento que de un solo arrebato transformas en mi agonía;
Y gritas, y no escucho pero entiendo; Y no creo, pero sufro.
Como la sombra de mí pensamiento estas tú, irremediablemente junto a mí,
Como la arena y el mar, mezclándose eternamente;
Tan distintos en esencia, pero inconcebibles el uno sin el otro.
DRF
DRF
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